Resulta interesante como después de haber creído que no tendría la oportunidad de regresar a clase, aquí estoy. 20 años después. ¡Lo interesante del asunto es que, descubrí que puedo! Recibir el apoyo de familia, amigos, allegados y compañeros de clase ha sido sensacional. ¿Retos? ¡Muchos! En ocasiones he sentido que no voy más. Sin embargo, ahí aparecen las voces a mi alrededor de apoyo.
Uno de los retos que puedo señalar como uno de los más relevantes, ha sido el de mi edad. Sí, mi edad. A orgullo les informo que estoy en mis 45 primaveras y no es que me sienta incapaz, pero ciertamente existen retos por los cuales pasar. Mis compañeros promedian los 25 años de edad. ¡Y como he aprendido de ellos! Me he evaluado hasta como mamá, pues mis hijos pueden ser catalogados contemporáneos con ellos. Pero desde caminar hasta Fela, hasta las discusiones en clase, han resultado en aprendizaje para mí. Jóvenes con un potencial increíble, con un caudal de ideas, propósitos y tenacidad contagiosa. Estoy segura que entre ellos hay futuros líderes que destacaran en sus áreas de trabajo y serán parte de la nueva la fuerza trabajadora que colaborara en levantar y sostener a nuestro país.
Mi experiencia con la facultad merece párrafo aparte. Me siento privilegiada por cada uno de ellos con los cuales he tenido el honor de estar en sus aulas. Esa ha sido una de mis mejores recompensas de este arduo tiempo de esfuerzo: poder adquirir aprendizaje e intercambiar ideas de personas destacadas en sus campos. Reconocidas por sus contribuciones a la salud mental en las organizaciones y fuera de ella.
Ciertamente han sido las muchas las nuevas experiencias. Intento aprender al máximo de cada una de ellas para, en un futuro no muy lejano, poder aportar mi granito de arena a través de las nuevas experiencias a forjar para un Puerto Rico organizacionalmente feliz.