Aunque es una verdad difícil de digerir, la muerte es una parte natural de la vida. Sea una mascota, un familiar, un amigo o un ejemplo a seguir, el perder a un ser querido nos deja con un vacío difícil de volver a rellenar. El duelo es uno de los procesos más complejos que podemos llegar a experimentar como seres humanos y, aunque sí hay maneras de lidiar con el mismo, es diferente para cada persona. No podemos asumir que todos lidiamos con la pérdida de la misma manera ni limitarnos a creer que hay una manera correcta e incorrecta de pasar por este proceso. El duelo no tiene reglas, ni especificaciones, ni máximos, ni mínimos. Es un proceso enteramente humano, complejo y arduo para poder descifrar sin importar las veces por las que uno pase por él. Nunca se entiende del todo, y tampoco se puede explicar de manera sencilla. Tampoco se manifiesta de la misma manera, más aún si lo experimentamos más de una vez. El duelo es algo que cargamos dentro de nuestro ser y que nos acompaña por muchos años sin nosotros quererlo. Al tratar de coexistir con el duelo y enfrentarnos a la vida diaria durante un proceso de pérdida, debemos recordar ciertos detalles a la hora de intentar entender y expresar nuestros sentimientos.
Primeramente, cabe destacar que el duelo no es y jamás será un proceso lineal. Según lo establecido por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, existen cinco etapas del duelo: la negación, el enojo, la negociación, la depresión y la aceptación. Este modelo de duelo puede ser aplicado a varias formas de pérdida, no solo al deceso de una persona. Aunque es una creencia social común que las personas experimentan cada una de estas etapas, una tras la otra, la Dra. Kübler-Ross estableció lo contrario; de la misma manera en que la negación, el enojo, la negociación, la depresión y la aceptación pueden presentarse en orden, también pueden manifestarse de manera desordenada y esporádica. Me resulta erróneo e irresponsable la costumbre de asumir que todo el mundo recorre el mismo trayecto. El proceso de duelo puede empezar muchísimo antes de la pérdida de una persona y persistir por años después de su deceso. No se puede limitar a pensar que el proceso de duelo tiene un principio fijo y un final seguro. Todos llevamos nuestro duelo paso a paso, dejándonos llevar por nuestro propio tiempo.
Es importante mencionar que, el duelo, a pesar de ser, usualmente, un proceso privado, no debería considerarse un sentimiento que debe ser reprimido. Nuestra naturaleza humana nos va a llevar, de una manera u otra, a expresar nuestros sentimientos aunque intentemos reprimirlos constantemente. Somos seres sensibles. Reímos de la misma manera en la que lloramos. La negatividad y el tabú social que se le atribuye al duelo y a las emociones relacionadas con él llevan a las personas a limitar su manera de expresarse a lo largo del proceso. Tampoco es saludable el intentar reprimir cómo nos sentimos y es muy probable que el ocultar nuestro estado emocional nos haga más mal que bien. No es justo para el individuo sentir que no puede expresarse como quiere porque la sociedad no se lo permite.
Sobre todas las cosas, el hablar es la terapia más efectiva para sobrellevar y poder coexistir con el duelo. Sea con un profesional, con un amigo o familiar, el poder sentarse con otras personas y recordar abiertamente a los que ya no están deja que la nostalgia y la alegría de los recuerdos opaquen la tristeza, aunque sea momentáneamente. El duelo no es un proceso fácil en lo absoluto, es debilitante, sofocante y alborotador. Pero es, simple y honestamente, la manifestación del amor eterno que se le tiene a los que queremos y que ya no nos acompañan. No es justo reprimir ese amor, debemos darnos el permiso de sentirlo de vez en cuando.